Quizás ahora solo veas dos hamacas, o quizás solo una oxidada, una calesita despintada y unos pinos talados.
Probablemente veas una casa con tierra, pájaros habitándola, un piso reseco y ventanas sin color.
Seguirá sonando el ruido del viento, pero no habrá radios prendidas, ni aroma a carne asada al mediodía, ya no podrás ocultarte bajo la sombra del eucalipto, el sol te quemará las ganas.
Te juro que no miento cuando te cuento que hubo un tiempo en el que nadábamos historias de amor en el agua helada, cargábamos maderas para construir juegos infinitos, el mosaico rojo brillaba y el atardecer llegaba en un sillón a cuadros.
Los árboles, las bellotas, la piedra del cemento y el mango azul de mi antigua bicicleta dan fe en mi cuerpo que ese tiempo ha existido.